domingo, 3 de enero de 2010

En medio de la ansiedad


Esperar… en la espera suceden tantas cosas, tanto pasa por nuestras mentes que esperar sencillamente se vuelve una pesada carga, un tormento indeseado lleno de dudas, de miedos, de ansiedad y de afán. Cómo anhelamos por aquellos días la paz del Dios altísimo, la paz que sobrepasa todo entendimiento y que parece estar tan distante en la dura espera. Pero Pablo explica como conseguir esa paz en filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Oración, bendita oración que nos libra, nos acerca al Padre y nos lleva al lugar en donde debemos estar, allí llegará nuestra tan anhelada paz., de rodillas, postrados en la presencia de Dios. "Echad pues toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1Pedro 5:7) Jesús espero poco menos de 30 años para iniciarse en su ministerio aun sabiendo para que había nacido, pero en la espera se alimentó de la palabra de Dios, se preparó para el día en que el Señor le llamaría para entregarle aquello que tanto esperaba. No era fácil para Jesús soportar una vida de hombre pobre y humilde habiendo venido de un Reino superior a todos, pero halló paz en la presencia de Dios, en oración.
La verdad es que Dios tiene para ti lo justo, lo que tu corazón realmente necesita, y llegará a tus manos en el tiempo correcto. Así nos lo dice en Eclesiastés 3:15:
“Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya fue…”

Porqué habremos de preocuparnos… “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33) El trabajo que estás esperando, la persona que pasará el resto de tu vida contigo, el dinero que necesitas, el milagro creativo que cambiará tu vida, la conversión de tu familia y todo aquello que representa la respuesta de Dios ya está allí, ya lo predestinó, buscad mas bien lo eterno, lo inacabable, buscad tesoros en el cielo y no en la tierra… buscadlo a Él, al dador de vida, y sacrifica tu deseo y el tiempo de tu corazón al deseo y al tiempo de Dios. Recordad que “…el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.” (Mateo 16:25)
“Por eso no te miro, ni te llamo, ni te canto una canción, ni te tomo de la mano, ni te abrazo… ni te pienso; porque desviarás tu mirada luego, y no responderás siempre, y se acabará la letra y me soltarás la mano, y se acabará tu abrazo y me soltarás y me dejarás ir no se hasta cuando, ni cuando vuelvas, ni cuando mi mires, me tomes, me llames, me escuches o me abrases, y no te pienso porque aun no es para siempre, no es eterno lo que siento por ti, y te espero ¿tu me esperas a mi?”
El Señor nuestro Dios nos ha salvado una y otra vez; nunca nos ha dejado, nos ha sostenido con su diestra, a secado nuestras lagrimas en el llanto, nos abraza en nuestra soledad, en el frío nos da abrigo, nunca nos ha dejado, y no temo mal alguno por que mi Dios es conmigo y me hace descansar en Él.
Por estos días cité la palabra del Dios de paz sobre mi vida y confié, no seré avergonzado porque mi Dios responde: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” (Salmo 4:8)

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