viernes, 8 de julio de 2011

LUGARES

Papa Dios siempre nos lleva a lugares donde nuestro espíritu puede ser alimentado y consolado. Lugares donde el alma descansa solo en la obra completa de Cristo y en sus promesas:

“El Señor es mi pastor; nada me falta.
Me hace descansar en verdes pastos,
me guía a arroyos de tranquilas aguas,
me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos
haciendo honor a su nombre.
Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno,
porque tú, Señor, estás conmigo;
tu vara y tu cayado me inspiran confianza.”
(Salmo23:1-4)

Aquella noche, la luz tenue dentro de la casita iluminaba someramente los rostros en mansedumbre de la pareja de pastores que oraban con el corazón en la mano, convictos de la esperanza de que Jesús vino a dar vida, y vida en abundancia. Oraban con la certeza de que el cáncer no abatiría a su familia y que las puertas del hades no prevalecerían sobre la iglesia del Señor. Siempre será un honor para el hijo de Dios estar en donde su Padre está, y, por su parte, Papá siempre nos conduce a lo intimo de su ser pues es un placer para Él estar junto al hijo. Aquella noche de oscuridad, la luz era resplandeciente y viva. En aquel momento, nosotros, los hijos, junto a Jesús, estábamos en presencia del Padre. No importaba en aquel momento lo que fuere a suceder o cuánto tiempo se demoraría Dios en hacer conforme a nuestros deseos, no importaba tan siquiera si haría conforme a nuestras peticiones. En aquel momento todo lo que importaba era que el Padre estaba allí y que tenía todo bajo control.
Son esos momentos los que nos transforman y dan sentido a nuestras vidas, que, de no estar Jesús en ellas, serían vacías y oscuras. Son esos momentos, cuando la luz es tenue y la oscuridad abrasadora, cuando el dolor golpea y la fe es probada a fuego, cuando al mundo no le queda más por hacer contigo y te desahucian, que entra Jesús en el juego y se limpia el trasero con los diagnósticos médicos, escupe en la tierra y hace barro con su saliva, todos se frotan en la herida con el barro y recibimos sanidad. ¿Podemos estar en paz con un Jesús así? Podemos. ¿Hay esperanzas en Jesús? Las hay. ¿No dicen acaso las escrituras que TODO está sujeto a Él? Lo dice. Todo lo que pide Dios de nosotros, sus hijos, es que, con fe, podamos descansar en que Él hará a su debido tiempo y conforme a su voluntad buena, agradable y perfecta. Que puedan sentir bajo sus pies descalzos los verdes pastos de la promesa, que pueda su boca saciarse con las tranquilas aguas de Jesús, que puedan recibir nuevas fuerzas en Dios y que entiendan sus corazones que nos quiere mostrar Dios en cada lugar a los que nos lleva.

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