viernes, 8 de julio de 2011
EN LA RIBERA
1 Samuel 10:6
Cuando era niño recuerdo que quería ser como Walther Flemming, o quizá como Einstein, Ghandi o Charles Dickens. Los recuerdo pues fueron personajes que me impactaron en mi niñez, cuyas biografías llegaron a mis manos a través de unas grandísimas enciclopedias que mamá había adquirido y que a mi me fascinaba leer a los diez años de edad. Podría recordar a otros arquetipos como Julio Verne, Descartes o Shakespeare, pero solo buscaría, de entre tantos modelos a seguir, la aprobación de uno solo, del héroe que me daba de comer: mi padre.
No preciso hablar de mi relación con papá en este escrito, ni mucho menos sobre lo que representa la paternidad para cada individuo. Por ahora no nos concierne el tema. Solo pretendo apuntar lo siguiente: creo que forma parte de nuestra naturaleza humana buscar la aprobación de las personas, sentirnos aprobados de continuo se vuelve una aparente necesidad si acaso no hemos encontrado nuestra verdadera identidad.
Cuenta la Biblia sobre un amanecer en la ribera. Rayaba el alba cuando un hombre llamado Jacob luchaba con una especie de hombre-ángel con el fin de recibir su bendición, una especial. Jacob estaba herido y sin embargo se aferraba al hombre-ángel con fuerzas, hasta que éste resolvió bendecirle. Es entonces cuando aquel ser le pregunta a Jacob: OK, ESTÁ BIEN ¿CUÁL ES TU NOMBRE?
Si echamos un vistazo a los antecedentes de Jacob y revisamos su historial, nos encontraremos con un Jacob herido, un Jacob miedoso, tramposo, un Jacob sufrido que tuvo que enfrentarse a los tratos preferenciales de su padre hacia su hermano, el rechazo de éste último y las imposiciones de su injusto suegro. Es este Jacob el mismo que, hacía un tiempo atrás, preparó, con ayuda de su madre, la trampa con la que obtendría la bendición de su padre. Jacob, luego de algunos preparativos y haciéndose pasar por su hermano mayor Esaú (de hecho, disfrazándose como él), entra a la recamara de su anciano y ciego padre en las vísperas de su muerte para recibir la bendición correspondiente, por tradición, al primogénito (es decir, a Esaú). El padre, al sentir la presencia de alguien pregunta ¿QUIÉN ERES, HIJO MÍO?,
-Yo soy Esaú- responde Jacob.
Desde que conocemos a Jacob, desde que entra en la historia, nos encontramos con que éste está tratando de ser alguien más. Nuestro Jacob está buscando aprobación tratando de ser alguien que no es.
En el contexto en el que se desarrolla la historia, el nombre de una persona era más que un nombre, el nombre de alguien representaba su identidad. “Tu nombre reflejaba tu carácter, tu sustancia, quiero decir, la fibra que hace que tú seas tú” (Rob Bell) En este sentido, en el momento mas crucial, estando Jacob luchando con el hombre-ángel en la ribera junta al río, el ser celestial está preguntando mas que el simple nombre de un hombre, le está preguntando ¿QUIÉN ERES?
¿Cuánto de nuestra frustración y de nuestro dolor proviene de no saber exactamente la respuesta de esta pregunta?
Se ha dicho tanto de nosotros, muchos nos han intentado definirnos, decir quiénes somos y qué debemos hacer, cómo debemos actuar y comportarnos. Hemos tratado de ser algo que no somos. Hemos querido ser atletas, o más analistas, quizá mas inteligentes, hubiésemos querida nacer en otras condiciones financieras o hubiésemos querido ser los primogénitos de papá. Hemos escuchado tanto acerca de nosotros mismos, o quizá nunca hemos escuchado nada respecto a quiénes somos, y se vuelve exactamente esa respuesta nuestra identidad, hemos creído que somos nada y solo eso: NADA. Pero si bien eres alguien o nadie y te has ocultado detrás de la falsa identidad que tú mismo creaste o bien te impusieron, déjame decirte que NO PUEDES SEGUIR VIVIENDO ASI.
No puedes seguir pretendiendo ser quien no eres, no puedes seguir comparándote, buscando agradar a los demás, no puedes seguir haciendo cosas por conseguir aprobación. No se si me entiendes. No puedes, ni siquiera, seguir haciendo cosas para buscar que Dios te ame más. Por una u otra razón has adoptado una personalidad que no te corresponde, Dios te ama y quiere darte ahora tu verdadera identidad pero debes reconocer justo aquí, justo ahora, quién eres verdaderamente.
En la ribera, cuando rayaba el alba, un hombre reconoció finalmente quién era él. “YO SOY JACOB, el tramposo, el mentiroso. Yo soy Jacob, el que quiere una bendición de Dios, el que ha querido ser otra persona, el que ha sido lo que no es. Yo soy Jacob, el herido, el frustrada, el decepcionado Jacob, el que ha esperado con lagrimas y sufrimiento el día del cumplimiento de la promesa de Dios”
Que podamos reconocer que hay heridas en nuestro corazón, que podamos ver que solo en Dios está nuestra identidad, que solo Él nos conoce lo suficiente como para decirnos quienes somos verdaderamente, que podamos sentirnos bien en nuestra piel y con nuestro nombre, es decir, con quien somos, es lo que quiere Jesús. “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre”.
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