viernes, 16 de julio de 2010

PERFECTA HERMANDAD


Son de esos días en donde la playa de tu vida está desierta: los escombros de una guerra marina descansan sobre la orilla del mar, traídos por las olas del mar, típicas del trópico. Aquel día, la orilla hablaba de naufragios, de tormentas, de huracanes, de lamentos, de derrotas, de fallas y errores, de barcos a la deriva despedazados por la naturaleza misma del mar. Tu sabes que debes partir pero tienes miedo, es decir, ¿quién garantiza que llegarás a donde el sol se pierde?, ¿quién asegura que tocaras tierra de horizontes? ¿Quién eres para que dentro de unos días no formes parte de los escombres a la orilla del mar?
Hace unos días terminamos la grabación de una canción de la banda llamada “Naufragio”, no es casualidad el nombre de la canción, ni la letra, ni el ritmo, ni el momento en el que llegó a nuestras vidas, en especial a la mía. La vida a veces suele tornarse como un naufragio, vez a la izquierda de tu balsa y solo vez agua, vez a la derecha y hacia delante y hacia atrás y vez lo mismo. El sol arde, la luna congela, la soledad atormenta, el tiempo te dice que no hay nada que esperar, nace una canción llamada “Naufragio” y tú solo sobrevives.
Afortunadamente está la banda (Messiah), están los amigos, los hermanos que combaten hombro a hombro contigo el naufragio y la desesperanza del mismo, son tu apoyo, las personas que Dios puso a tu lado para que, mutuamente, se sostengan. Entiendes que la perfección solo es alcanzada en la unidad cuando estás con ellos, tal como lo dijo Jesús: “para que todos sean uno… PERMITE QUE ALCANCEN LA PERFECCIÓN EN LA UNIDAD” (Juan 17:21, 23)
Recuerden con amor a cada uno de sus hermanos en oración, gócense en sus alegrías y lloren con ellos en sus tristezas, canten canciones juntos, jueguen una buena partida de futbol, peléense y luego no olviden renunciar a su orgullo y pedir perdón, confiésense sus pecados y oren por fortaleza, manténganse firmes hasta que Cristo venga y anímense entre si con palabras que edifiquen, perdónense y, por sobre todo, vístanse del vinculo perfecto: de amor, porque “cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!... Allí envía jehová bendición y vida eterna.” (Salmo 133)

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